Toluca, Méx. - Un cigarrito, una garapiña bien fría para saciar la sed, un taco de obispo para calmar el hambre o mejor una torta bien sazonada con alguno de los guisos tradicionales; son tan solo algunos de los elementos que hacen a las Alacenas deun punto de parada obligatoria si se visita la ciudad capital.

Con casi 120 años formando parte del corazón de Los Portales del Centro Histórico, este sitio engloba todo lo que da identidad a una comunidad: historia, tradición, color y en este caso sabores únicos. Amurallando, como dice la canción “casi sin querer”, el Templo de Fray Andrés de Castro, sitio hoy de comercio tradicional, dibuja la comunión de Toluca entre su fe, la religión católica y la incesante actividad económica.

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Y es que es ahí donde encuentra su naturaleza única, aquello que las hace inconfundibles ya que se ha convertido en la cocina económica de la pero con el elemento que hace convivir sin distingo: al trabajador, al oficinista, al burócrata, al turista, a la secretaria todos con el mismo objetivo: comer bien y comer barato.

Comparten el pan y la sal en una mesa improvisada, “a pie” como una tradición que simboliza la amistad y la confianza entre el anfitrión y el invitado peleando por ser el próximo cliente atendido antes que se acabe el festín que se prepara cada mañana.

Más allá de su cuestionada belleza arquitectónica este lugar alimenta la identidad gastronómica de la ciudad, y lo hace desde platillos tan elementales como únicos.

Está de inicio del tradicional taco de plaza: tortilla de maíz con esa rica mezcla de chicharrón, aguacate, nopales, chile tomate y cebolla aderezados con quelites, cilantro, pápalo y papa de agua todo ello acompañado una fina capa de queso doble crema, y bañado si se quiere en salsa picante.

La torta de Toluca con variedades tan elementales como de jamón y salchicha, pero pasando por las de chorizo además de las típicas y originarias de Toluca que son las de “estopa”, “las bombas” y las de chile macho. Entre estas hay que decirlo y sin ningún ánimo publicitario ganan reflectores las famosas tortas del “Ojais” o las “Tortas Rosa”.

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Fue el 16 de enero de 1905 cuando se abrieron su venta por primera vez / Foto Jorge Alvarado
Fue el 16 de enero de 1905 cuando se abrieron su venta por primera vez / Foto Jorge Alvarado

Pero si se quiere uno refrescar o bajar esos platillos, nada mejor que la garapiña, bebida de origen toluqueño a base de piña fermentada que no sólo refresca, sino que recarga la energía. Para aquellos con un paladar más experimentado está el “Tompiate “embutido que sirve ya sea para botana elaborado a base de carne y cabeza de cerdo.

En charla con los comerciantes recuerdan con tristeza el periodo de la pandemia de COVID-19, en el que se vieron obligados a bajar sus cortinas. Muchos con la incertidumbre de si volvieran a levantar la venta.

Con ello evocan con alegría el periodo en el que lentamente fueron recuperando la actividad y vida que hoy mantienen.

Recuerdo que cuando se informó que se cerrarían todos los lugares públicos antes del cierre en la catedral aquí afuera se hizo una misa en la que Monseñor nos pidió horas y que nos cuidáramos yo estuve ahí y al finalizar guardé las cosas en mi alacena con mucha tristeza y llorando no sabía si iba a poder regresar a vender otra vez


indicó Samuel vendedor

De acuerdo con el registro histórico de la capital fue el 16 de enero de 1905 cuando se abrieron su venta por primera vez estos espacios en inicio de madera, pero con registros de venta en la zona desde 1870. Hasta la década de 1930 en este sitio sólo se vendían dulces, medias y periódicos.

Fue hasta la década de 1990 cuando fueron sustituidas con esta imagen actual de color cobre que las hace elemento del centro histórico de Toluca.

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