Toluca, Méx. Hace unos años, el mundo vivió una de las crisis sanitarias más impactantes de la historia reciente. La pandemia de Covid-19 transformó por completo nuestras rutinas, nuestras relaciones y la forma en que nos cuidamos. Una de las imágenes más representativas de esta etapa fue, sin duda, el cubrebocas.
Durante meses, su uso fue obligatorio en casi todos los espacios, convirtiéndose en un elemento tan cotidiano como las llaves o el celular. Pero ahora que la emergencia sanitaria ha quedado atrás, ¿qué tanto seguimos utilizando el cubrebocas? ¿Las medidas de prevención siguen vigentes o han sido olvidadas?
El uso del cubrebocas no es algo nuevo. En 1910, se utilizó en China para prevenir la tercera plaga bubónica, y en 1918 fue adoptado a nivel mundial durante la gripe española. A lo largo de los años, su uso ha sido una medida esencial en hospitales y clínicas para proteger tanto a pacientes como al personal de salud.
Durante la pandemia de Covid-19, el cubrebocas se convirtió en una de las herramientas más importantes para reducir los contagios. Nos acostumbramos a verlo en el transporte público, en oficinas, en supermercados y hasta en las calles. Sin embargo, con el paso del tiempo y la disminución de casos, su uso ha cambiado.
Aunque ya no es obligatorio en la mayoría de los lugares, muchas personas han optado por seguir utilizándolo en determinadas situaciones, como cuando tienen síntomas de gripe o deben permanecer en espacios cerrados y con poca ventilación. Además, en hospitales y consultorios médicos su uso sigue siendo fundamental para prevenir contagios.
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En el transporte público, algunos pasajeros aún prefieren llevarlo puesto, especialmente en horas pico. También en aeropuertos y estaciones de autobuses, donde la afluencia de personas es constante, el cubrebocas sigue presente.
Por otro lado, en ciudades con altos niveles de contaminación, se ha convertido en una barrera de protección contra partículas en el aire, más allá de su función inicial contra virus y bacterias.
Durante la pandemia, aprendimos la importancia del lavado de manos, el uso de gel antibacterial y la ventilación de espacios. Si bien algunas de estas prácticas han disminuido, otras han perdurado:
En el Estado de México, muchas personas han adoptado una cultura de prevención y optan por usarlo cuando lo consideran necesario. Ya no es una imposición, sino una decisión personal basada en el cuidado de la salud propia y de quienes nos rodean.
Lo que es seguro es que, después del Covid-19, nuestra forma de ver la salud y el autocuidado ha cambiado para siempre.
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