Naucalpan, Méx. “¡Janis y Baldo, no me dejen!”, “¡Mis hermanitos!”, “¡Papacito no te vayas, no me dejes”!, además de porras como: “¡Hilary!”, ¡Leinali! y “¡Kevin!”, clamaron con llanto y dolor familiares y amigos durante el funeral de las seis víctimas del deslave en la barranca de la colonia Emiliano Zapata.
El deslave en el que murieron los seis integrantes de la familia Bejarano casi se repitió al momento de su sepultura, cuando al descender el cuarto de los féretros se registró un derrumbe en la fosa que hizo caer a uno de los empleados del panteón San Andrés Atoto.
Hasta el cementerio ubicado a unos pasos de Periférico Norte llegó una caravana de camionetas y camiones procedentes de las colonias Emiliano Zapata, Cuartos III y La Raquelito, así como una rodada de jóvenes motociclistas en honor a Hilary, Kevin, Leilani y Janis Yaretzi, quienes amaban las motos.
Con globos blancos y bombas de humo de colores, unos 100 motociclistas recorrieron las calles de Naucalpan desde la colonia Emiliano Zapata hasta el panteón de San Andrés Atoto, para despedir a Kevin y a sus amigas, que fallecieron bajo el talud de lodo y tierra.
“Kevin cumpliría 19 años el 17 de septiembre, un día después de la tragedia”, relató entre lágrimas uno de sus amigos, quien lanzó una flor blanca y un puño de tierra sobre el féretro de su compañero de juegos.
En tres fosas quedaron los cuerpos de las seis víctimas; en la primera, Hilary y su hermana Leinali, de 16 y 13 años de edad respectivamente; junto a ellas, Janis Yaretzi de 13 y su hermanito “Baldo”, como llamaban a Magdiel, el niño de 8 años; mientras que en la tercera tumba quedó Kevin y su abuelo Alfonso de 58 años.
Magdiel, el padre de dos de los menores fallecidos, afirmó que no sólo perdió a sus dos hijos, sino también a tres de sus sobrinos y a su suegro, de quien tuvo muchas lecciones.
“Yo me mantengo en pie porque aún tengo otros dos hijos, mi suegra Juana se queda sola –al morir su esposo– mientras que su cuñada Angelica perdió tres de sus hijos y aún no termina de curarse de las heridas del deslave y del alma”, afirmó Magdiel.
“Hoy, ellos ya descansan, mientras que nosotros quedamos acá, sufriendo en días que se tornarán más difíciles al ver las mochilas de mis hijos, que ya no irán a la escuela”, continuó.
El padre de familia llamó a los asistentes al sepelio a despedir a las seis víctimas con aplausos y porras, en una celebración “porque ellos ya están allá arriba, ya no están sufriendo”, mientras se escuchaba el llanto desconsolado de las madres que perdieron a sus hijos y de las hijas que perdieron a su padre.
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