Acambay, Méx. En lo alto de las Peñas de Acambay, en la comunidad de Tixmadeje, un grupo de mujeres otomíes ha convertido su herencia ancestral en un proyecto que combina sabiduría tradicional, empoderamiento y conexión con la naturaleza, Yëñèthi.
A través de “Manos que Sanan”, estas mujeres elaboran remedios naturales inspirados en las recetas y rituales que sus abuelas les transmitieron, en un esfuerzo por conservar y compartir su legado cultural.
Cada temporada de lluvias, los campos que rodean las casas de adobe de Tixmadeje se llenan de vida. Lavanda, romero, valeriana, hongos y otras hierbas medicinales son recolectados cuidadosamente por estas mujeres, quienes consideran este momento un acto sagrado.
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Con canastos en mano, seleccionan cada planta en su momento óptimo, siguiendo conocimientos transmitidos de generación en generación. “No solo recogemos hierbas, escuchamos lo que la tierra quiere darnos”, explica Teresa Sánchez Aguilar, integrante del grupo.
Este ritual conecta a las mujeres otomíes con la naturaleza y con las energías de sus ancestros, marcando el inicio de un proceso lleno de significado y valor histórico que pasa de mano en mano y hoy, las más jóvenes guardan como un tesoro.
En cocinas que cuentan historias, construidas hace más de un siglo, estas mujeres convierten los regalos de la naturaleza en remedios únicos. Estas casas de adobe, equipadas con metates de piedra, ollas de barro y estufas de leña, son verdaderos santuarios de la medicina tradicional otomí.
Cada ingrediente es molido a mano en metate, mezclado con precisión y cocido lentamente en ollas de barro sobre fuego de leña, las combinaciones de hierbas y raíces son propias de cada aporte cultural y recetas secretas que alivian decenas de males.
Este método no solo conserva las propiedades naturales de las plantas, sino que también añade un toque artesanal que distingue a cada producto.
Los remedios que elaboran incluyen: pomadas, jarabes, champús y jabones, pero también preparados de hierbas; afines a tratar los males más graves, que van desde el estrés, hasta problemas de presión arterial.
Todo es hecho a mano, sin conservadores ni químicos, garantizando productos totalmente naturales que respetan tanto al cuerpo humano como al medio ambiente.
Además de la herencia cultural, estas mujeres han recibido formación de médicos alternativos, quienes les han enseñado sobre los principios científicos detrás de los ingredientes y procesos que utilizan.
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Esta capacitación ha permitido que sus productos no solo sean efectivos, sino que también tengan un respaldo técnico que los posiciona en el mercado moderno.
Queremos que nuestros remedios sean valorados no solo por su tradición, sino también por su calidad y eficacia”, comenta Teresa, mientras que Perla, su hija de 14 años, aprende pacientemente de su madre y otras mujeres.
Durante la pandemia de COVID-19, Yëñèthi “Manos que Sanan” desempeñó un papel crucial en la comunidad. Sus remedios ayudaron a decenas de personas a aliviar síntomas como fiebre alta, problemas respiratorios y malestares estomacales.
De manera que a seguir estrictos procesos y aplicar su conocimiento ancestral y científico, lograron cuidar a sus pacientes en uno de los momentos más desafiantes de su historia.
Fue un reto enorme, pero también una oportunidad, pudimos compartir la medicina a mucha gente de aquí y seguíamos viendo cómo mejoraron. Los doctores nos hablaban y nos decían: “ponle tal hierba y les va a ayudar” y así lo hicimos”, explicó.
Hoy, estas mujeres no solo venden remedios; ofrecen una invitación a vivir la riqueza de su cultura. En sus cocinas de adobe, los visitantes pueden observar cada etapa del proceso de elaboración, mientras escuchan historias sobre las energías de las abuelas que aún inspiran este trabajo.
“Manos que Sanan” es una ventana al pasado, un espacio donde tradición y modernidad coexisten para curar el cuerpo y el espíritu. A través de redes sociales, este grupo invita a personas de todo México y el mundo a conocer su trabajo, a probar sus remedios y a experimentar la conexión profunda entre la humanidad y la naturaleza.
En Tixmadeje, cada pomada, jarabe y ungüento es un testimonio de resistencia y orgullo cultural. “No solo estamos curando a las personas; estamos curando nuestra conexión con la tierra y con nuestras raíces”, concluyen las mujeres.
Con “Manos que Sanan”, estas mujeres otomíes no solo están dejando huella en su comunidad, sino también en la historia de los pueblos indígenas.
Estas mujeres demuestran que puede reconstruirse el legado olvidado de los pueblos originarios enraizado en las tradiciones y llevar al mundo moderno los secretos mejor guardados de la madre tierra y, sobre todo, de la cultura otomí.
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