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Atlacomulco, Méx. - Con un firme compromiso hacia la educación ambiental y el aprovechamiento de residuos orgánicos, Acatl Biofábrica ha comenzado a generar un impacto notable en los municipios de Ixtlahuaca, Atlacomulco, Acambay y San Felipe del Progreso.
Fundado por Joaquín Dávila hace dos años, este proyecto no sólo transforma desechos en composta, sino que busca educar y empoderar a las personas en prácticas sostenibles que tengan un alto impacto positivo en el entorno desde la comodidad de su hogar.
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Para Dávila, quien además de liderar este proyecto es maestro de inglés y estudiante de desarrollo sustentable y ecoturismo, el objetivo de Acatl Biofábrica va más allá de la simple producción de composta.
Queremos llegar a cada persona para crear conciencia sobre el impacto ambiental de nuestras acciones
Joaquín Dávila
El proyecto fomenta un cambio cultural, promoviendo el compostaje como una herramienta de transformación y responsabilidad ambiental en la comunidad.
Actualmente, 17 familias de los municipios participantes colaboran en Acatl Biofábrica al entregar residuos sólidos orgánicos, incluidos desechos de mascotas, que se procesan para producir un abono natural llamado “Bokashi”.
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Este fertilizante, rico en minerales, hongos y nutrientes, se obtiene a partir de un proceso que también involucra lombrices, las cuales juegan un rol crucial en la descomposición de los residuos. De cada 900 kilos de basura orgánica recolectada, se generan alrededor de 200 kilos de Bokashi, una muestra clara del potencial de la economía circular.
Acatl Biofábrica no solo pretende reducir los desechos, sino también reactivar el suelo de la región con métodos naturales que sustituyan los fertilizantes químicos. Este enfoque, que Dávila define como “agricultura circular urbana”, busca aprovechar al máximo los recursos locales, minimizando el impacto en la sostenibilidad y demostrando que los desechos orgánicos pueden convertirse en recursos valiosos para la fertilización de cultivos.
El nombre del proyecto, “Acatl”, hace referencia al carrizo, una planta de gran valor en la cultura mexica que simboliza firmeza, ética y conocimiento. Estos valores definen la misión de Acatl Biofábrica: promover un cambio ambiental desde la base comunitaria, utilizando el conocimiento y los recursos locales para crear conciencia y generar impacto.
Dávila busca que Acatl Biofábrica no solo sea un proyecto de compostaje, sino una plataforma educativa que demuestre cómo pequeñas acciones pueden generar grandes cambios. Al involucrar a familias y habitantes locales, la iniciativa aspira a transformar la relación de la comunidad con el medio ambiente, ofreciendo soluciones prácticas para reducir residuos y mejorar la calidad del suelo.
Con esta estrategia educativa, Acatl Biofábrica se consolida como un ejemplo de cómo la educación ambiental, enfocada en el aprovechamiento de residuos y el fortalecimiento del suelo, puede tener un impacto significativo en la comunidad, impulsando una cultura de sostenibilidad que, según Dávila, “es la clave para un futuro más limpio y ético para todos”.
La inscripción al servicio de recolección cuesta $350 y cada recolección $100. Hasta el momento está organización ha captado más de 40 mil kilos de residuos orgánicos, gracias a las familias inscritas y buscan llegar al millón de kilos en este 2025.
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