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San Felipe del Progreso, Méx. Un rincón del Estado de México, cargado de historia y tradiciones, vive y crea Roberto López Matías, un escultor y muralista de 46 años que ha dedicado su vida a enaltecer la herencia mazahua.
Este artista, orgulloso de su origen indígena, ha encontrado en el arte una forma de preservar y transmitir las historias, símbolos y espiritualidad de uno de los pueblos más antiguos de América Latina.
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Egresado de la primera generación de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), Roberto recuerda con emoción sus encuentros con Leopoldo Flores, figura emblemática del muralismo mexicano.
Leopoldo me enseñó que un mural no solo es pintura, es un grito de identidad. Eso es lo que busco: que cada trazo y color hable de quiénes somos los mazahuas
Hoy, su obra incluye más de 100 murales y pinturas distribuidos en universidades del Valle de Toluca, iglesias y comunidades de su municipio natal, San Felipe del Progreso.
Su estilo combina un dominio técnico excepcional con una profundidad poética única, ya que en cada creación incluye versos que complementan la narrativa visual.
Cada mural es un poema para mi pueblo, un tributo a nuestros ancestros y una invitación para que las nuevas generaciones valoren su historia
Una de sus obras más emblemáticas se encuentra en la comunidad de San Lucas, en San Felipe del Progreso. Se trata de un monumento acompañado de un mural dedicado a los migrantes, una realidad que atraviesa a este municipio donde se estima que más de la mitad de la población masculina reside en Estados Unidos en busca de oportunidades.
El monumento a los migrantes es mi forma de decirles que no están solos, que su sacrificio es valorado y que su pueblo siempre los lleva en el corazón
El mural representa figuras mazahuas cargando maletas, bajo un cielo que mezcla los paisajes de México y la estatua de la libertad de Nueva York en Estados Unidos, uniendo así dos mundos.
Además de sus murales, Roberto se ha dedicado a esculpir figuras en piedra volcánica. Una de sus muchas obras es la representación de deidades, la representación de Ñáñho, deidad mazahua vinculada al agua y la fertilidad.
La pieza, cargada de simbolismo, evoca la importancia de la naturaleza y la espiritualidad en la cosmovisión indígena.
La piedra volcánica me conecta con la tierra, con el origen. Es como si cada golpe de cincel sacará a la luz las historias escondidas en el corazón del mazahua
Otro de los ámbitos en los que Rovert, como se hace llamar, ha dejado su huella es el arte sacro. Ha pintado frescos y murales en decenas de templos, combinando la estética religiosa con los elementos culturales de su comunidad. Para él, no hay conflicto entre la tradición mazahua y la espiritualidad católica; por el contrario, ambas dialogan en sus obras.
El arte sacro es mi forma de unir mundos. Habla de fe, pero también de nuestras raíces. Cada iglesia que pinto es un puente entre lo divino y lo terrenal, entre lo ancestral y lo contemporáneo
Roberto López Matías no solo es un artista, es un cronista visual de su comunidad. A través de sus murales, esculturas y versos, logra capturar el alma del pueblo mazahua y presentarla al mundo.
Quiero que la gente, al ver mi trabajo, sienta orgullo de lo que somos. Que comprendan que nuestras raíces son nuestra mayor riqueza
En cada pincelada, en cada golpe de cincel, Roberto escribe la historia de un pueblo que se niega a desaparecer, un pueblo que vive y late en el corazón del Estado de México.
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